miércoles, 28 de diciembre de 2011

El mundo de las secretarias





En ella reside el poder, es la que decide si logras lo que querés o te quedás esperando. Son las guardianas, las dueñas de la llave que abre todas las puertas, o las cierra. Una especie de cancerbero moderno que no pierde vigencia, la secretaria.

Supongamos que llegás a la casa de una persona con la que necesitas hablar, por la razón que sea. Golpeás la puerta y del interior de la casa sale un perro. El perro que quieras, puede ser uno de gran porte como un rotweiler, un ovejero alemán, un dogo o un pequeño caniche toy llamado “Copo de nieve”, un chihuahua o el perro muerto de Susana Giménez.


Si importar que especie de canino sea, esta claro que uno viene a hablar con el dueño, no con el animal, que no razona. Por lo cual es ilógico que te quedes intentando entablar un dialogo ameno, comprensible, razonable con el perrito, que sin duda alguna no estará contento por tu presencia, vos sos un intruso. Te quedás a esperar a que salga el dueño. Únicamente cundo este te permita el paso su mascota se tranquiliza.

La mayoría de las veces suele ser más o menos así. Increíble es la semejanza que se observa cuando te encontrás con una secretaria o un secretario. Salvando las diferencias, la situación es muy similar: vos vas con intención de dialogar con su jefe, no con ella o con él (mucho menos si es él) pero primero hay que superar esa barrera, hay que hablar con el perrito.

Y el dialogo con una secretaria es muy complicado, ya por definición su trabajo parece ser impedir todo contacto entre su jefe y el mundo exterior. A veces a costa de la conveniencia misma de su propio jefe. La predisposición, entonces, tal vez no es la mejor. Eso complica mucho las cosas.

Además, cuidado. Cuantas veces, nos ha sucedido a todos, que por no caerle bien a la secretaria nos dan turno con el doctor para febrero de 2014, por ejemplo. Nunca hay que hacerlas enojar. Hay quienes se han avivado de tanto trajin en los consultorios, estudios, oficinas y usan métodos de persuasión con las secretarias, hay quienes se amigan con ellas, hay quienes les regalan flores el 4 de septiembre.


Pero sin importar lo que se haga, cuando el jefe manda la orden de no pasar, es asi, “No pasaran”. Y no pasás, eh. También increíble es como muchas veces las secretarias y/o secretarios, por sus actitudes cerradas, juegan en contra de los intereses de sus propios amos – es decir, dueños. No, tampoco. A sus propios jefes-, los perjudican. Como les decía mas arriba.

A veces quien viene a dialogar con el jefe es un posible socio, un cliente, hasta  informante con un mensaje clave, que ante la negativa de la empleada decide buscar otro lugar. Contactar a alguien mas, alguien con quien se pueda hablar. Cierto es que si, por esas casualidades, uno se encuentra con el jefe directamente, sin intervención de terceros, el asunto se resuelve de forma sencilla, sin rodeos. Se llega a algo.

Claro, es difícil llegar a algo con alguien que no esta allí para reflexionar o dialogar, sino para ahuyentar a toda clase intruso. Con ellas, ellos no se negocia. Mas allá de quedar bien con el jefe y del análisis psicológico que se podría hacer sobre ese objetivo (y que no haré, no por falta de ganas, sino por falta de conocimientos) es observable que en ese lugar, en ese preciso momento de tu vida ellas tienen el Poder. Y te lo harán saber, ellas tienen las llaves del mundo, este es el mundo de las secretarias.

Es un trabajo complicado. Debo hacer muchas excepciones, existen secretarias extremadamente eficientes y que no insultan a la gente con su trato. Pero en la mayoría de los casos no pasan de ser el zaguero central, el policía de guardia, la principal línea de defensa o el perrito faldero de su jefe.

Eso también me recuerda a los abogados, pero esa es otra historia.

martes, 27 de diciembre de 2011

Publicidades de cerveza. Los “amigos” perfectos


Hay elementos infaltables en toda publicidad de cerveza, no importa qué, siempre están. Éstos hacen de cualquier publicidad nueva una publicidad ya vista, anunciada, predecible, repetitiva, es decir, si viste una ya las viste a todas.
En primer termino, el lugar donde se desarrolla la historia. Muy importante: este suele ser un ámbito mas o menos festivo, un boliche, una fiesta en la playa, el carnaval, un casamiento o sino simplemente un encuentro amistoso, una reunión de “amigos” en la casa de uno de ellos, un asado, un bar etc. Se deduce que el lugar es un espacio deseado, algo así como  un lugar donde todos quieren estar.

 

La bebida siempre en primer plano, no es ningún secreto. Es casi un amigo mas en la mesa, ese es el sentido. También es segundo objeto deseado que encontramos, la cerveza embellece la escena. Parece indicar algunas cosas, como que no debe faltar nunca en estas clases de reuniones; que si uno bebe se ve mas lindo, mas atractivo (sin importar lo feo que uno sea); y que todo problema tiene solución con un trago. Sin tiempo para perder comienza, la historia.




Siempre hay un protagonista principal por cada historia. Estas pretenden ser graciosas, tarea difícil, sin importar que cerveza sea todas tienen las mismas características. Se muestran a personajes en apuros y situaciones irrisorias.

Otro de los elementos in-fal-ta-bles se destacan son las minas, objeto deseado numero tres. Y mientras mas tetas tengan mejor. No se concibe una publicidad de cerveza sin tetas, no tanto así sin culos, aunque algunos se ven.







Pero volvamos a los personajes, estos merecen un párrafo a parte. Son esa cosa que vengo llamando “amigos”. Son una rara especie de perdedores-ganadores-buenaonda. Siempre feos y horriblemente mal vestidos, alter egos exagerados de los fracasados de la vida real. Estos actores, de rasgos muy marcados, por así decirles, parecen ser absorbidos, amados por esta clase de publicidades.





Igualmente, sin importar lo mal que se vean, como te decía mas arriba, la cerveza parece conceder un poder mágico que con solo mostrar al feo empinándose el vaso, este se convierte en lindo. Exactamente el mimo efecto que las viejas publicidades de cigarrillos tenían, las que por le ya no circulan en los medios desde hace un tiempo.





Todavía hay quienes compran puchos para hacer facha en los boliches, así como hay quienes solo toman cuando salen a bailar, con el mismo objetivo. Lamentablemente la magia de la publicidad no parece funcionar en el mundo real, los feos seguimos siendo feos sin importar lo que hagamos o lo que tomemos.

Por otro lado, Las diferencias entre publicidades de cerveza y las de vinos y/o fernets son escasas, prácticamente no existen, hoy en día las publicidades de vino parecen estar apuntando a un publico muy similar que al de las de cervezas, las de fernet ya lo hacían.

La mínima diferencia que se reconoce de un vistazo es que el “amigo” principal, el protagonista de la historia esta un poquito mejor vestido, lleva camisa y un peinado mas conservador. Te podrá parecer una pelotudes pero en la publicidad nada esta dejado al azar. Nada esta puesto por casualidad.



También se nota que en estas publicidades las desventuras de los protagonistas no son tan alocadas como en las de cerveza, donde cualquier cosa puede pasar. En fin, el público al que se dirigen parece ser el mismo pero mas tranquilo, más refinado, para darle un nombre.


Rápidamente esta clase de inventos publicitarios gana adeptos que no esperan el momento en que salga otra de estas publicidades, una mas (porque son todas iguales), para imitar a sus personajes ideales. Tienen el poder de generar cultura sobre esos símbolos, la joda, las minas, el chupe, los amigos caretas. De allí surgen personajes de la vida real que parecen haber salido de una publicidad de cerveza, tan imbéciles como los ficticios pero sin el beneficio de la salvación eterna que les otorga el último trago con el que finaliza cada estúpida publicidad.



Ejemplos acá: http://www.youtube.com/watch?v=8vmIazIL2Uw&feature=related seguís los links, hay un monton.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Exteriores

Luego de tanto camino hecho al andar, ya desde hace un tiempo a la fecha, me vengo a enterar que no hay tanta diferencia entre alguien que se encuentra en un ámbito laboral, como puede ser el de una oficina o el de un estudio y alguien que, como es mi caso, se ve obligado a patear de un lado al otro por horas. Al menos en lo que a lo social refiere.

Es que cuando tu trabajo es en buena medida en la calle empezas a conocer o a reconocer, a otros que están en igual situación, empleados de comercios, repartidores, promotoras, agentes de transito, algún policía macanudo (escasos) etc. etc. sirven de ejemplo. Es verdad que en una oficina la relación es muy distinta, allí no solo se producen encuentros ocasionales, como en la calle, sino que las personas deben trabajar juntas, lo que complica las cosas. Pero tal vez no conozcamos mas a la persona que tenemos a nuestro lado que a ese, ya nada extraño, con el que nos cruzamos a diario en una vereda.

Algo muy interesante, en la calle el nombre no es importante, al menos en un principio. Basta con saber que ese que está ahí es el del puesto de diarios de la esquina o el que cobra el estacionamiento, con eso alcanza. No necesito conocer el nombre de mi interlocutor accidental para cuestionarlo con un “¿Todo tranqui?” o hacerle algún comentario sobre el estado del tiempo, un tema interesante para todos, aparentemente. Lo que pasa es que lo mas seguro es que si yo tengo calor el otro también tenga calor. Y la coincidencia es casi un sinónimo de la simpatía (O es un sinónimo). El nombre se conoce después.

Otra cosa que también es interesante es la velocidad con la que se detecta cuando alguien falta, o sea, cuando, por la razón que sea, uno de aquellos con los que me cruzo a diario no apareció ese día, más aun si ya han pasado uno o dos desde el último saludo.

Relaciones sociales inevitables, se producen como quien no quiere la cosa. Y, claro seguirán pasando en la calle, un ámbito más de los muchos en los que desarrollamos y compartimos vínculos con otras personas, siempre y cuando no llueva, por supuesto.

sábado, 17 de diciembre de 2011

El Mitómano



Mitómano es un adjetivo que refiere a lo perteneciente o relativo a la mitomanía. El término procede del francés mythomane.

La mitomanía, por su parte, es un  trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica. El mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de si mismo, generalmente con delirio de grandeza y un concepto, siempre,  autorreferencial de bondad exagerado. (lo que produce una gran distancia con la imagen real).

Lo habitual es que el mitómano mienta sin valorar las consecuencias de sus mentiras. Por eso adopta a la mentira como parte de su comportamiento social y crea sistemas falsos para sostener todos sus engaños.

Los niños y los adolescentes pueden convertirse en mitómanos cuando tienen una personalidad inestable y sus padres son excesivamente exigentes. Al intentar satisfacer los deseos de sus progenitores y del entorno social, terminan incurriendo en mentiras frecuentes.

El mitómano miente para ganar prestigio, manipular a los demás o hacer daño. Es importante tener en cuenta que no se trata de un trastorno inofensivo, sino que tiene efectos negativos tanto sobre quien padece la mitomanía como para su entorno.

Quien miente compulsivamente se enfrenta a grandes situaciones de estrés ya que debe sostener toda una urdimbre de irrealidades que terminan condicionando su vida y las relaciones sociales.


Links relacionados:
http://www.revistanos.cl/2007/05/18/mitomanos-necesito-mentir/
http://www.marisolcollazos.es/articulos/victimologia/Convivir-mitomano.html
http://marijosec.blogspot.com/2009/10/los-mitomanos-como-ayudarlos.html

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Pelufo

Edad, indeterminada pero que es el mas viejo de la casa seguro. Flaco, de altura media, desgarbado. Desprolijo, revoltoso, creo que solo una vez se bañó. De pelo amarillento, duro y enroscado. Medio sordo, medio ciego, medio rengo. Pasaron ya sus años mozos, qué se le va hacer. No se aguantaba en la casa y se escapaba en el primer descuido. Ha de ser el mas viejo del barrio, ahora que me pongo a pensar.

Adoptado desde muy cachorro, quién sabe si por eso es que nunca fue de un solo lugar y ha sido de todos lados al mismo tiempo. Es por definición callejero aunque desde hace mucho, no lo dejan salir. Y sus fuerzas no son las de antes, tampoco, no se puede zafar para e irse a visitar alguna candidata, aunque, ganas nunca le han de faltar.

Siempre tuvo una desbordada predilección por las hembras, de cualquier tipo, tamaño y edad. Se sabe de los muchos hijos bastados, no reconocidos, que ha tenido por ahí, lo que no se sabe es el número, la cantidad. A esta altura de su vida, es padre, abuelo y hasta, debe ser, bisabuelo también. Nunca mostró culpa alguna y por acá no se habla tampoco del tema. Más allá de eso y por otro lado, se cuenta que lo han visto coquetear, sin mucho éxito, con miembros del mismo sexo. Cuando hay ganas, cada cual hace lo que quiere o lo que puede, que a veces viene a ser mas o menos lo mismo.

Se escapaba por cualquier lado, por la ventana, por en sima el tapial. Me acuerdo que en una de esas disparadas, en medio del nerviosismo, saltó para el otro lado olvidando por completo que la vecina había armado “La Pelopincho”. Volvió a entrar así como salió, pero empapado desde las pata hasta las orejas. Parecía una nutria rubia. Ahogado, aún escupía el agua que se había tragado en el zambullón inesperado  y asustado tras las puteadas de la tía Alicia, la vecina del al lado, que recién terminaba de llenar la piletita. Nunca le gustó el agua, ahora que lo pienso, esa debió ser la segunda vez que se bañó, en toda su vida. Pero que se escapaba, eso seguro. Aunque sea para estar sentado en la vereda amedrentando a todo el que pasaba en frente de él.

Es que alguna vez fue denominado, por muchos, “el dueño del barrio”; junto con un petizo retacón, que vivía a unas cuadras de casa, se dividían la calle Cervantes, imponiendo autoridad y patoteando a quien se aventurara. No había forma de hacerlo entrar. Otras veces se iba quién sabe a dónde y no volvía por días, semanas o hasta meses. Mi vieja se preocupaba mucho, dentro de todo y pese a todo siempre lo quiso,  pero el susodicho siempre que volvía,  el problema es que volvía “medio matau”. Con una oreja agujereada, con un tajo en el lomo, rengo de una pata, con un ojo lastimado, chorreando sangre que daba miedo. Con una pata en la tumba, pero siempre volvía. Al tiempo solito se curaba.

El problema es que se peleaba  con quien le hiciera frente y siempre que lo ameritaba la situación, la mayoría de las veces, por alguna señorita en disputa. Y, la verdad, se la bancaba. No importaba si el oponente lo superaba en tamaño por una o dos cabezas, él se hacía respetar igual. Hoy no puede ni con su esqueleto; no ve mucho a través de sus cataratas; dientes, le quedan pocos y su aliento es de terror. Siempre despeinado, sucio y con mal olor. Es todo un mérito suyo no fijarse en la apariencia, nunca se acomplejó. Y yo lo aplaudo por eso. Después, trabajar, nunca trabajó. Tampoco jugó con alguien alguna vez, por arisco y desconfiado, seguramente. Era tan callejero que la casa jamás le importó. De guardián no tiene nada, es más bien miedoso y bastante llorón. A eso hay que sumarle que se la pasa durmiendo, unas cuatro horas a la sombra, cuatro más al sol y más todas las horas de la noche, donde no despega un ojo por ninguna razón.

Es persistente como pocos, lo que se dice un hincha pelotas de primera. Siempre consigue lo que quiere, sea de una forma o de otra. El muy delicado, tras de pobre, no come a no ser que sea con carne. Una vez lo vieron mendigar restos de comida detrás de un restorán, eran sobras pero de qué calidad. El muy hijo de perra se hacía el indigente para pasarla mejor y comía mejor que en la casa. A todo esto hay que agregarle: desubicado. Un tipo fuera de lugar, como la vez en que se metió a misa a olerle el culo al cura mientras éste bendecía a mi hermana por sus quince años recién cumplidos. Un experto en arruinar cada momento memorable, cada foto para el recuerdo.

Hoy viejito, insoportable, como siempre pero muy querible a la vez. Es aquel que con el paso del tiempo, y como reza ese dicho popular: “pierde el pelo pero no las mañanas”.

Quien sabe cuántas historias nos podría contar.

martes, 1 de noviembre de 2011

"La Cuchilla" desde mi ventana

En el barrio se vive la clásica calma de estas horas cuando la tarde comienza a caer y la ya tenue luz del sol apresura su ida. A lo lejos escucho el sonido de un parlante, un vehículo publicitario; no alcanzo a oír lo que dice pero su sonido armoniza con la tranquilidad de escena como un sonido de fondo casi imperceptible.

Es un paisaje terroso, las calles están rotas en cada esquina desde la última lluvia. El mejor ejemplo es la esquina de Cervantes y Belgrano, un pantano que ahora que lo pienso lleva más de un año en esa condición. El color amarronado de las calles de tierra se mescla con los árboles secos en su mayoría Sauces llorones, hoy más tristes que nunca a causa del invierno y las intensas heladas de los últimos días. El cielo es el único contraste manchado borrosas de nubes blancas estáticas.

Dos loros pasan dando graznidos por en sima de mi cabeza. Miro al final de la calle Cervantes, hasta donde la visión de mis ojos me lo permite. La última figura que se percibe es un árbol recortado del azul del cielo, desde aquí no me es imposible precisar su altura pero sin dudas que ha de ser enorme de otra forma no podría resaltar de esa manera allí a lo lejos. Recuerdo que cuando niño más de una vez fantaseé con la posibilidad de “explorar” junto con mi mejor amigo por esos tiempos la distancia que me separaba desde mi casa hasta aquel árbol gigante que hoy vuelvo a ver tan distante. A unas cuadras en esa misma dirección veo la torpe maniobra de un auto subiendo y bajando por las calles destruidas del barrio. Me acuerdo de que hoy estuvo de visita el gobernador por la ciudad y a unas pocas cuadras de mi casa, claro que sólo se animó a visitar la obra de entubación de la J.J. Franco, a unas cinco cuadras de la Cervantes, me rio solo.

Ahora miro a mi derecha, me vuelvo a lamentar por el pantano que veo en la esquina,  una cuadra más allá por calle san José, la única pavimentada el transito se agita por momentos, un motociclista sin casco pasa volando. Y pasando la San José a poco más de media cuadra la Cervantes finaliza con una palmera en medio puesta ahí desde quién sabe cuándo, seguramente ha nacido con el barrio y esta desde mucho antes de dividir las calles. Finalmente, el horizonte no puedo ver el sol ocultarse desde mi ventana, no en esta época del año, allí el cielo luce un naranja pálido, poco romántico y un tanto aburrido.

 Pasando el charco, entre Belgrano y San José unos niños salen corriendo de su casa y se paran en medio d la calle. Uno tiene una escoba en sus manos y comienza a girar sobre su propio eje, otro hace lo mismo pero con una pala de albañil que seguro le prestó su padre sin que éste lo supiera el tercero, el más pequeño de los tres sin nada en sus manos también gira. ¡Ahora recuerdo que están en vacaciones! Con razón no dejan dormir a la siesta jugando a la murga o a la pelota.

Los chicos callejean de un lado al otro, se parecen a los perros del barrio aunque, claro los perros son más tranquilos. Todos mestizos, hay uno negro tirado cómodamente en al lado de los chicos, los mira extrañado como no entendiendo que hacen. En la otra esquina otro perro, marrón casi atigrado cruza la calle a paso tranquilo. Veo otro más un necro retacón con cara de malo custodia la entrada de su casa. Son parte insustituible del paisaje, algunos parecen ser los dueños del barrio tal cual líderes narcos manejando las acciones de todos.

El cielo está más oscuro ahora, pasan volando otros dos loros por mi cabeza, no sé si serán los mismos loros de hoy ¿o serán dos loros nuevos?  Y por arriba de todo, los cables de tendido eléctrico, cables de teléfono, cables de la tele, cables, cables, cables. Se repiten las figuras de los postes, la mayoría postes de madera cruzados en lo alto por pequeños tirantes que sostienen el cableado dan la impresión de ser cruces gigantes remarcadas en el cielo. La visión me transporta a un cementerio descuidado y lúgubre. Me gusta.

Ahora los chicos que jugaban con escobas viejas y palas de albañil andan e bicicleta. Las dos bicicletas muy altas para sus pequeñas estaturas pero se las arreglan sin problema. Uno de ellos lleva al más pequeño de los hermanos en el porta cargas. “Tatin” cruza por la otra esquina, como es habitual lleva su bastón debajo del brazo. Viste un saco color marrón evidentemente muy viejo y pantalones oscuros arrugados y sus zapatos gastados de tanto uso. También lleva puesto un sombrero de paja muy parecido a los que usan los exploradores que salen en el National Geographic. Al verme me saluda tocando con sus dedos el borde de su sombrero y sin tiempo a que yo le devuelva el gesto baja la cabeza y continúa murmurando algo indescifrable en una conversación con alguien que sólo él puede ver.

Vuelvo la mirada para la casa de los vecinos de enfrente, algo que se mueve entre la basura cerca de la silla de tres patas llama mi atención. Es el perro de la casa que recién ahora me doy cuenta ha estado todo este tiempo durmiendo perdido entre la chatarra, levanta la cabeza, bosteza abriendo sus fauces y vuelve a dejar caer sus cabeza pesadamente. A mí ya me está dando frio, el sol se fue, yo también. Cierro la ventana.

lunes, 31 de octubre de 2011

Yo por mi

Mi nombre es Omar Muñoz, aunque me costó reconocerlo, de chiquito me llamaban “Nino” y yo creía que ese era mi nombre real, hasta que una de las tantas maestras psicópatas que pasaron por mi vida me generó el mas terrible conflicto de identidad al aclarar la situación. Tengo 26 años, soy morocho, mas bien negro, así me gusta más, negro, porque eso asusta a mucha gente. Mi pelo también es bien negro y un alborotado últimamente, tengo pequeños ojos marrones, nariz prominente, que no significa gigante, sino, tal vez, sólo grande; un oreja mas arriba que la otra, una pegada y la otra no, pero no se nota tanto; de mandíbula fuerte y actualmente adornada por una barba de tres o cuatro días;  tengo la línea de los dientes desviada, pero tampoco se nota, la mayoría están torcidos, sobretodo el colmillo derecho superior, que sobresale por en sima del resto de los dientes, mi favorito.

Mido 1, 76, mas o menos, mantengo mi cuerpo, otro hora atlético, con una intensa caminata aeróbica diaria, a causa de mi trabajo actual de cronista en una radio y canal de tv local (salimos en dúplex), en el cual me desempeño desde hace ya unos seis meses. Pero mi primer trabajo fue a los 18 años, cortando césped  en casa de un vieja insoportable, luego como repartidor en una distribuidora de productos alimenticios, duré un solo día; luego en una florería, renuncié al año y medio, no antes sin cantarle “las 40” al pelotudo que era mi jefe. También estuve trabajando en una panadería, dos días. Un tiempo después me invitaron a formar parte de un proyecto social sustentado por nación, del cual, cuatro años después, hoy en día aun soy coordinador, lejos de mis prejuicios de un primer momento. Trabajo con gente de bajos recursos y me gusta, esto, en su momento, me llevó a estudiar psicología social, cosa que en cualquier momento tiro por la borda, pues creo ya haber aprendido todo lo que esta  carrera me podía enseñar.

Si, lo admito, soy un poco creído, soberbio pero al menos lo admito. Igualmente, me gusta auto criticarme destructivamente cada vez que se me viene en ganas; odio leer lo que escribo, por ejemplo. Un poco complicado, como verán, hasta estoy pensando en que es lo que se verá de mí, a través no de mi descripción sino de mis palabras, a través de la forma en que digo lo que digo. Pero a quien le importa.

Malhumorado, a veces; poco serio la mayor parte del tiempo aunque aparente lo contrario con mi “mira penetrante” y mi voz de “hombre de radio”. Pienso mas de lo que debería y no soy tan decidido como digo ser o como pretendo. Me gusta el humor ácido y joder con la ética y la moral del mundo donde vivimos.

La gente, en general, me aburre, me asusta, me avergüenza y me asquea. Nunca pretendí caerle bien a nadie. No considero mas que un gusano a aquel que no sepa valerse por su propio criterio, por mas equivocado que esté. Rescato a los niños, que aún no tienen el cerebro invadido, a los animales, principalmente a los perros y las historias de los ancianos que se pierden junto con ellos. Y por supuesto a los valientes, que no creen serlo.

Lo que más detesto de toda la vida son las obligaciones sociales, mucho más aun las obligaciones menores, como por ejemplo entrar a comprar a un supermercado y luego de ser escrutado fríamente por la mirada del guardia de seguridad, tener que bancarme, también, esperar en la fila de consumidores infelices viendo la cara amarga de la cajera también infeliz. Odio esperar, no pudo esperar ni siquiera diez segundos.
 
Por todo esto, amigos tengo muy pocos, pero amigos en serio, de verdad, no tengo ninguno. Es que si yo no dijera lo que pienso, más allá de cómo lo digo, dura y fríamente o cálida y respetuosamente, siento como que algo me sube por mi pecho, me ahoga y me dan ganas de vomitar. Ese es mi problema principal, no puedo cerrar la boca. Además, también lo admito, me encanta impresionar a la gente. Nací en el barro “La Cuchilla”, allí vivo y allí aprendí que pese a todo, aun vale la pena pasar un tiempo en esta vida.

lunes, 24 de octubre de 2011

Que cara está la cebolla

Es difícil, mas no ha de ser imposible. Debe haber alguna forma, pero no encuentro las palabras, díganme ¿cómo se explica esa cara que uno pone cuando está haciendo algo “indebido” o reprochable, o sea, cuando se está mandando una cagada? Es una cara que todos pusimos alguna vez, que ponemos de vez en cuando y que, peor  aún, vamos a seguir poniendo.

Es esa cara… soberbia mezclada con vanidad o… no sé, no sé bien! Pero hoy la vi, iba puesta en un remisero, de esos que se mandan como vienen, ha de estar acostumbrado a usarla, la vi y me encantó, no, el remisero era horrible pero esa cara… ese gesto de jodido, casi propio del rey del mundo, te permite mirar a los ojos al otro como diciendo “Estoy haciendo algo que no debo hacer ¿Y? ¡Chupame un huevo!” El remisero, con esa cara y todo, casi me mata pero esa cara, La cara, cara indefinible, me remontó a la infancia por un minuto, allí la debo haber visto y empleado por primera vez, de seguro yo ponía esa cara cuando me robaba los juguetes de otro nene o luego de pegarle un coscorrón a mi hermana en la cabeza.

¿Qué cara es esa, che?

No hay emoticon que la represente, al menos ningunos le hace justicia, a ninguno se le parece. ¡Y ya con eso te digo todo! ¿Cómo a los boludos que inventan esas cosas se les pasó? Es decir, es una cara muy importante.

Es cara de remisero asoretado o de vieja que se cola en la fila de votantes para votar por Binner o de pelotudo que enciende el cigarrillo al revés. Gesto de parpados caídos, mirada frívola; la boca con las comisuras de los labios hacia abajo y la nariz ligeramente fruncida como oliendo mierda. Una mueca tosca (lo leí por ahí). ¡Qué cara!

Bueno me rindo, por ahora. Tengo los ejemplos pero no la definición, me hace falta el concepto teórico, habría que inventar el diccionario de getas, es decir de caras, así no quedaría ninguna sin nombre. Esta cara que tengo ahora sí la conozco, es de desánimo ¿o será de resignación, o es de tristeza? ¡Uh! Que remisero de mierda.

viernes, 21 de octubre de 2011

Relaciones conflictivas

Cada institución, sea ésta de gobierno, civil, social, pública o privada de salud, policial, educativa etc., es poseedora de una buena cantidad de reglas propias, particulares. Leyes o reglas institucionales basadas en un acuerdo claro, establecido desde el comienzo y tácito, implícito al mismo tiempo, al menos en lo que compete a los sujetos que integran tal organización humana.  Difícilmente podrá ser parte de ella aquel, que impertinente, desafíe el orden reglamentado.

Ejemplo, un hospital: en este lugar el director, los médicos de diferentes especializaciones, las enfermeras y hasta los pacientes están condicionados a la ubicación correspondiente dependiendo del rol o función en el que se desempeñen. Nunca una enfermera va a poder sustituir la decisión del director de convocar a un comité de ética para juzgar a un colega por mala praxis, no sería de su competencia, al igual que el director nunca, a no ser en caso de una excepción muy significativa, visitaría a un paciente para preguntarle por sus dolencias, tampoco es de su competencia.

En fin, una gran cantidad de reglas claras, explicitadas e implícitas al mismo  tiempo. Si lo vemos desde el lugar del paciente, todos lo sabemos, no necesitamos que nos recuerden cuales son las cosas que podemos hacer y cuales son la que no podemos hacer. Desde que usted entra a un hospital cualquiera, ya sea a sacarse una muela o amputarse una pierna consumida por la gangrena y ve ese cartel con una enfermera con cara de culo indicándole que haga silencio ya no necesita más instrucciones. Ni que hablar luego de tratar con la soberbia de alguna otra enfermera mal atendida (otra cara de culo pero real) o de algún medico sabelotodo que cree que lo que te pasa es una pelotudes y que se la agarra con vos porque sabe que en su consultorio privado gana más dinero. Está claro que son éstas las reglas que mantienen de pie a la institución y con ello a la organización humana involucrada. Es un estado rígido donde el cuestionamiento es impedido y en todo caso, castigado.

Análisis similares son aplicables a cualquier institución-organización, por supuesto siempre teniendo en cuenta sus riquísimas particularidades; cambian los personajes (en vez de una enfermera mal atendida te encontras con alguna maestra mal atendida, si es el caso de una institución educativa) pero no cambial los roles, las funciones.

Ahora bien, problema comienza cuando por alguna razón  un agente externo se introduce dentro ese sistema de reglas y significaciones institucionales y sociales. Supongamos, volviendo al ejemplo, que al hospital es enviado un joven y apuesto corresponsal de prensa, un agente externo, patógeno, sin duda alguna y al cual las leyes reinantes no le causan mayor efecto.

Es alguien que viene dispuesto a causar el mayor de los males: viene a preguntar y en el mejor de los caso ¡a re-preguntar! Vine, en definitiva, a cuestionar. Para este “cuerpo extraño” no hay cura ni médico, ni siquiera las secretarias del director usadas como antibióticos, como las principales defensas ante la epidemia dan buen resultado. Y cuestionar es una enfermedad cancerígena para este sistema tan restrictivo como necesario y sustentado en el “no preguntes”. Claro, el periodista, sin importar las pocas luces que éste tenga, no sufre las consecuencias que podría llegar a sufrir un médico, una enfermera, ni siquiera un paciente! en caso de “salirse de su lugar”, es que este hijo de puta no tiene un lugar determinado, no se lo puede sermonear ni castigar ni echar.

El conflicto sucedido en las últimas horas y que tuvo como protagonistas principales al directivo del Hospital Centenario al cuerpo médico que atendió al joven accidentado este fin de semana pasado, y claro, al periodismo no es más que una anécdota, una página más en la historia de la pésima relación entre los medios y las instituciones pero también y tal vez más importante, “la gente”, el pueblo que siempre quiere saber. Ah! el ejemplo es muy mal intencionado, perdón.

lunes, 1 de agosto de 2011

Curiosidades sobre Redes sociales en Internet


.Mundo pequeño:

El fenómeno del
Mundo pequeño es la hipótesis sobre que la cadena de conocidos sociales necesaria para conectar a una persona arbitraria con otra persona arbitraria en cualquier parte del mundo, es generalmente corta. El concepto dio lugar a la famosa frase de seis grados de separación a partir de los resultados del "experimento de un mundo pequeño" hecho en 1967 por el psicólogo Stanley Milgram. En el experimento de Milgram, a una muestra de individuos EE.UU. se le pidió que hiciera llegar un mensaje a una persona objetivo en particular, pasándolo a lo largo de una cadena de conocidos. La duración media de las cadenas exitosas resultó ser de unos cinco intermediarios, o seis pasos de separación (la mayoría de las cadenas en este estudio ya no están completas). Los métodos (y la ética también) del experimento de Milgram fueron cuestionados más tarde por un estudioso norteamericano, y algunas otras investigaciones para replicar los hallazgos de Milgram habrían encontrado que los grados de conexión necesarios podrían ser mayores. Investigadores académicos continúan exploranto este fenómeno dado que la tecnología de comunicación basada en Internet ha completado la del teléfono y los sistemas postales disponibles en los tiempos de Milgram. Un reciente experimento electrónico del mundo pequeño en la Universidad de Columbia, arrojó que cerca de cinco a siete grados de separación son suficientes para conectar cualesquiera dos personas a través de e-mail.





.¿Las chicas mandan en el social media?

Un análisis desarrollado por
Brian Solis, experto en el online PR and Social Media destaca que las chicas tienen una mayor presencia en el social media, que incluso, supera la de los chicos. Este análisis de datos sobre las redes sociales se hizo utilizando Google Ad Planner y los resultados muestran la presencia femenina en el social media.

Es curioso como hace tiempo se hablaba que las chicas no estaban involucradas en el mundo web. Ahora las chicas estan haciendo presencia fuerte en las redes sociales. Las chicas dominan las redes sociales!



El porcentaje chicas en las redes sociales:

Las chicas tienen un porcentaje mayor en las redes sociales que los chicos, veamos algunos de los datos que ofrece Brian Solis:


Facebook:
hombre (43%) – mujeres (57%)
Twitter:
hombre (43%) – mujeres (57%)
Myspace:
hombre (36%) – mujeres (64%)

Revisé a cuántas chicas tengo como contacto en mis redes sociales y es curioso como no había notado esa presencia de las chicas y su interacción que puede ser más fluida que la de los chicos.-Dice Brian Solis- Sí les interesa más resultados sobre el Woman Rule revisen el Real Time de Twitter.





.150 amigo

En las primeras organizaciones humanas el número promedio de individuos que integraba los clanes o pequeñas comunidades organizadas no superaba los 150 integrantes, hoy en dia ese número reaparece en el hámbito de las redes sociales de internet. Estadísticamente el número promedio de amigos que posée un usuario de Facebook, por ejemplo, es de 150 si bien muchos superan amplimente ese número, llegando en algunos casos a rondar los miles de contactos, cifras ridículas, la cantidad de amigos con los cuales un individuo interactua, es decir, comprate comentarios, videos, fotos etc siempre se aproxima a ese digito, 150.

Existe una teoría que intenta explicar este llamtivo fenomeno; hace referencia a la capacidad máxima de nuestro cerebro de reconocer, recordar interactuar y covivir con otros seres de la misma especie. Aparentemente el promedio de personas con el cual interactuamos periodicamente no supera los 150, que ya es bastante, aunque ante la infinita capacidad del medio virtual, internet ese número se queda chico.

Desde Gualeguaychu